Una carrera sin fin, hacia ninguna parte.
Hay algo que no funciona en «la informática». Es un problema que no existe en otros sectores. Quizás en la electrónica de consumo (aunque en realidad estos productos son cada vez más auténticos ordenadores con algún complemento), pero desde luego no en la industria «clásica».
Llevo pensando en esto desde que empecé, en los años 80. Me parecía, entonces, que era un problema de «juventud», algo lógico en un nuevo sector. Aunque existen ordenadores desde los años 40, hasta la llegada del PC de IBM y la popularización del ordenador personal no llegó la auténtica revolución informática que estamos viviendo desde entonces. Y no, no es un problema de Internet, es de la industria informática en general. Y a pesar de los 30 años que han pasado, el problema sigue vigente, si no peor.
Ayer cambié mi iPhone 3 por un iPhone 4. Lo he usado (el 3) durante 15 meses. Estaba como nuevo (de hecho, lo ha heredado mi hijo pequeño, que me preguntaba cada semana que cuándo iba a comprarme un iPhone 4). A pesar de lo que puedas pensar, o piense mi mujer, me he resisitido al cambio y solo me he animado ante la desesperación con la lentitud de las últimas semanas… justamente después de actualizar el sistema operativo por la nueva y «mejorada» versión. ¡Qué error! en qué momento se me ocurriría actualizarlo. ¿Te suena esta historia?
Es un mal endémico de los programas de Microsoft, empezando desde luego con el sistema operativo (con la excepción del Windows 7, pero como es la primera vez en 25 años, lo consideraré una anécdota que no cambia mi opinión por el resto de actualizaciones anteriores).
¿Cuántas veces has cambiado de sistema operativo «sin necesidad de hacerlo»? ¿Y la versión del Word, o el Excel, o el Outlook…? Cada cambio es una pequeña, o gran, pesadilla. Nuevas teclas, nuevos menús, nuevos iconos… no encuentras el botón de la negrita, o el tipo de letra o el zoom. Los archivos antiguos se ven diferentes, o te cambian los márgenes y los pies de página. Los clientes o amigos que no han cambiado la versión no pueden abrir tus documentos. El ordenador tarda una eternidad en encenderse, o abrir el Word… Y si eres un programador profesional, o utilizas programas complicados como el Photoshop, AutoCad… puedes perder meses, literalmente, en adaptarte al nuevo programa.
Y todo esto, ¿para qué?
Para que la pantalla sea un poco más nítida. Para que tengas 20 tipos de letra nuevos. Para que los pinceles incluyan tropecientos nuevos efectos visuales. Para que tu cámara de fotos tenga 2 Megapixels más, que no necesitas para nada.
¿De verdad tiene sentido esta carrera sin fin?
¡Por supuesto que sí!, pero no de cualquier forma, no de la forma en la que la estamos viviendo.
La evolución de los productos, de la tecnología, es maravillosa (yo mismo vivo en gran parte de ella). A todos nos gusta que nuestros aparatos sean mejores, que nuestros programas hagan más cosas. Y mejor. La evolución nos lleva al futuro.
Si comparamos los aviones de hoy con los de hace 40 años podemos ver que son básicamente iguales. No ha habido avances «revolucionarios» en la aviación comercial desde que aparecieron los reactores presurizados. ¡Pero qué diferencia de prestaciones entre los primeros y los actuales! En seguridad, comodidad, alcance, consumo… Han evolucionado de una forma notable. Y sin estridencias. ¿Alguien se imagina que al instalar un nuevo motor los aviones se pararan repentinamente en el aire? ¿O que al añadir televisión en las cabinas dejase de funcionar la radio del piloto?
Algo parecido se puede decir de la industria del automóvil. O de las lavadoras, los microondas, las raquetas de tenis…
Aunque no siempre fue así. En los comienzos de la aviación se podían ver los aparatos más estrafalarios volando en los primitivos aeródromos (o intentando volar). Tan pronto un inventor ponía el timón delante, como detrás. Dos alas, o diez. El motor delante, o detrás. Si has visto la película «Aquellos chalados en sus locos cacharros» sabes a qué me refiero. Eran «los años locos de la aviación». Tiempos de experimentos, pruebas, errores, y algún acierto. Hasta que la aeronáutica se convirtió en una ciencia, no en una afición como el bricolaje, y se encontraron las soluciones más adecuadas que se impusieron a todos los demás «experimentos».
A veces pienso que en la informática estamos en esa era. Dando palos de ciego y produciendo los más variados productos imaginables cada día, la mayoría de los cuales no tienen mucho sentido. Lo importante es sacar nuevas versiones, nuevos productos, nuevas soluciones… a problemas que muchas veces ya están resueltos.
Pero esta carrera, que tan bien les viene a las grandes empresas que fabrican estos productos, muchas veces no tiene sentido. No deberíamos caer en su trampa.
Mi iPhone 3 funciona perfectamente. ¿Por qué me tengo que cambiar al 4? Y el iPad 2. ¿Ofrece algo que justifique el cambio? No, no y mil veces no. Por supuesto que si no tengo ninguno y me parece que lo voy a utilizar, me compraré el último modelo porque sin duda tiene ventajas. Pero cambiar de modelo por un poco más de velocidad es una tontería, bien fomentada por las campañas de marketing de los fabricantes. ¡Y no está mal que ellos hagan estas campañas! Es su producto y lo deben intentar vender. Lo que me molesta es que «todo el mundo» les sigue el juego. Los periodistas, no todos, pero sí muchos. Los usuarios, a veces por ignorancia y otras por puro esnobismo (o consumismo). Los profesionales, para aparentar «no sé muy bien qué».
El caso más dramático fue el paso de MS DOS a Windows. A mi personalmente me marcó, porque desde entonces he dejado prácticamente de programar (que me gustaba mucho, se me daba bien y me dió de comer durante 17 años). Para mi empresa fue muy duro, complicado y extremadamente costoso. Pero para muchos fue, literalmente, el fin de su trabajo. Conozco bastantes casos de empresas que no pudieron hacer la transición y desaparecieron, al dejar de fabricar productos «atractivos». Hoy es impensable, pero hace 15 años muchos programas en MS DOS eran magníficos. Contabilidad, gestión empresarial, control de almacén… había muchos programas estupendos que desaparecieron porque «se pasaron de moda».
¿Qué trampa es esta en la que hemos caído que prima más la apariencia que la funcionalidad? ¿Cuándo vamos a dejar de correr y valorar más «lo último» que «lo bueno»? ¿Cómo es posible que hayan (no sé muy bien quién) conseguido que miremos con desprecio a «el que no va a la última»?
Porque han ganado. Si no estás en la nube, ya no cuentas. Si no «virtualizas» servidores, estás tirando el dinero. Si no ofreces «SaaS», eres un dinosaurio. Y no se discute. Es una verdad «absoluta» y el resto de lo que vayas a contar no importa.
Yo no estoy al margen de esta locura. No puedo cambiar la opinión de todos mis posibles clientes. Hace unos meses pasamos nuestra gestión documental de Oracle 8i al «último» 11g. ¿Aporta algo a nuestro programa? Nada. ¿Mejora la experiencia de uso de nuestros clientes? No. Pero si decimos que usamos la versión de hace 10 años nos miran como a hombres de las cavernas.
Así que nos unimos a esta carrera loca hacia ninguna parte. Aunque no pienso cambiar mi iPad mientras me siga funcionando perfectamente.
Si ya no lo usa, al menos hasta hace un par de años en el Videoclub V de la Avd Cervantes de Granada (el mejor que he pisado en mi vida) utilizaban un programa de MSDOS en el que saltaban por los campos con tabulador y se movían por los registros con cursores. Usable, rapidísimo y con unas opciones de búsqueda y autocompletar de vértigo… El mismo programa que usaban hace mas de 15 años, la primera vez que entré allí.
Pero seguro que los que hicieron el programa llevaban años sin vender ni uno.
Y muchos programadores web deberían aprender usabilidad de estos «clásicos»
[…] Los años locos de la informática gestiondocumentalparagentenormal.com/2011/03/19/los-anos-… por MarketingPositivo hace 3 segundos […]
Vaya, ya va despertando la gente.
ME ha gustado, y sobre lo que comentas, esta el tema de la Obsolescencia programada – (comprar, tirar, comprar)
No se si lo viste pero una parte de lo que dices esta basado en esto.
Saludos
Estupendo el video. Aunque 52 minutos para una mañana del lunes es mucho (lo veré completo más adelante).
Está claro que estamos en una era del «usar y tirar» absurda. Y además quería llamar la atención sobre los costes «ocultos», como el aprendizaje, la necesidad de rehacer programas, macros…, costes muy superiores al del propio producto nuevo.
Me alegra de que te haya gustado.
Dos comentarios rápidos:
1- Tu hijo tiene suerte.
2- Nuestras mujeres nunca entienden ni la obsolescencia de nuestros cacharros ni la de nuestros coches.
Pd. Entiéndase bien el término «nuestro cacharro».
Creo que tus comentarios no necesitan respuesta (y no me arriesgo a hacer un chiste fácil por si acaso).
Un saludo
Creo que la informática de consumo popular -todo lo que vino después del cambio de Windows que citas- está mucho más conectada con la cultura de consumo popular que con el progreso de la técnica en sí.
Yo era capaz de grabar y mezclar canciones con programas muy básicos que funcionaban sobre DOS y llevármelos comprimidos en varios discos de 3 1/2 a un estudio. Y funcionaban como un reloj. Ahora no. Un programa de edición de audio o de programación de sintetizadores dura meses antes de quedarse anticuado -salvo honrosas excepciones que también se actualizan-. La informática de consumo es accesible, la tiene que poder manejar todo el mundo para que sea beneficiosa en términos generales, pero entra dentro de las corrientes de consumo de la moda, el cine comercial, los videojuegos, la música pop… Es parte de esa cultura, y su funcionalidad pasa a un segundo plano. Y para que sea una industria que genere beneficios a gran escala tiene que estar reinventándose y superándose con auténtica ansiedad. Si un ordenador nos durara lo mismo que un coche…
Todos tenemos anéctodas como la tuya, lo que ya es en sí una prueba del cambio que tan bien comentas, de producto o herramienta «industrial» a consumo sujeto a la moda del momento.
Lo malo es que son modas que nos obligan y condicionan.
Pero son las reglas del juego: hay que entenderlas y adaptarse a ellas, no podemos cambiarlas.
Un saludo.
[…] importante en este entorno cambiante (del que ya hablé antes, desde el punto de vista de la informática), es adaptarse, evolucionar, no quedarse petrificado […]