Este post es la continuación del anterior. Léelo antes si no lo has hecho ya.
No me gusta plantear los problemas sin dar una solución. Eso es quejarse, y de quejas ya tenemos bastante con la crisis.
En mi post anterior planteaba el problema que tenemos (todos) los usuarios de ordenadores y demás artilugios digitales: la dispersión de la información. Nuestros documentos, fotos, correos electrónicos, números de teléfono… Multitud de datos, en formatos variados y almacenados en «sitios» distintos.
Hay varias soluciones. Técnicamente es un problema resuelto. Económicamente tampoco es ningún problema, no es necesario gastar mucho dinero. Es más bien una cuestión de ORDEN, de organización. Incluso diría que de disciplina. Todas estas unas cualidades que siendo deseables, escasean. Es como adelgazar haciendo ejercicio, o dejar de fumar: empezaré mañana.
Así que podría acabar ya este post fácilmente con un consejo sencillo: «sé ordenado». Clasifica bien tus documentos, haz las copias con regularidad, utiliza siempre los mismos criterios…
Todo esto está muy bien. Yo, de verdad, intento tener estas sanas costumbres en mi trabajo diario. Y casi lo consigo. Pero la realidad es que la mayoría de los usuarios de los ordenadores no son tan ordenados. Ni de lejos.
Así que voy a concretar un poco más mi consejo. Y además lo haré como casi siempre: diciendo cuál es mi sistema para gestionar todos estos datos dispersos de una forma razonablemente segura y eficiente.
Además de ser un tanto maniático con el orden y estar casi obsesionado por clasificar mis documentos de una manera homogéna, repetitiva y sistemática, tengo siempre en mente un concepto que me resulta muy útil. Es un concepto que aprendí hace muchos años al programar videojuegos, aunque es un concepto que proviene de la industria musical (y se usa en muchas otras).
Es la importancia del MASTER. Del ORIGINAL, del molde patrón del que provienen todas las copias.
El mundo digital ha diluido la diferencia entre original y copia. Cuando «copias» un fichero en un pen-drive o lo mandas (una copia) por correo electrónico, la «copia» que has obtenido es idéntica al original. Bit a bit. Es indistinguible. Por tanto tiene tanto valor cualquier copia como el propio original.
Esto no es así en el mundo analógico. Por ejemplo, al fabricar los discos de vinilo, el «master» era (y es, porque se vuelven a fabricar) un disco de aluminio que se estampaba sobre un bloque de vinilo caliente y blando que al enfriarse se convertía en el disco que comprábamos en las tienas. La copia, el vinilo, siempre era de menor calidad que el original, de metal, porque inetivablemente el proceso de copia supone una pérdida de calidad. Ligera, o grande, pero siempre presente. De hecho, algún que otro friki decía que las primeras copias sonaban mejor que las últimos porque el proceso de copia iba desgastando el molde, el máster, el original, y las copias iban perdiendo calidad conforme se usaba una y otra vez el molde.
Lo importante de toda esta historia (que poco tiene que ver con lo que nos ocupa), lo importante es que el MASTER era único, especial, valioso. Nadie confundía el original (el padre de todas las copias) con sus hijos, siempre de menor valía.
Este mismo concepto lo he trasladado a mi gestión de archivos y datos. Tengo un MASTER, tengo un archivo ORIGINAL que es la referencia. Es una decisión subjetiva ya que las copias digitales no son menos valiosas que los originales. Es una decisión basada en el tiempo que paso en un ordenador frente a los demás dispositivos.
Mi archivo original es el disco C del ordenador de mi despacho en mi oficina. Todos los demás dispositivos son copias que dependen del máster. Discos duros externos, Dropbox, fotos en mi iPad o iPhone, pen-drives… Son almacenes parciales, incompletos, secundarios… respecto del máster.
Lógicamente, en el día a día genero nuevos documentos, ficheros, fotos… en alguno de estos dispositivos pero cada cierto tiempo, frecuentemente, actualizo el ordenador principal con estos cambios.
Esta asignación aparentemente irrelevante es más importante de lo que parece. Si los diferentes archivos de los diferentes dispositivos tiene el mismo «valor», irremediablemente hay situaciones en las que sobreescribes documentos nuevos con versiones más antiguas. O duplicas carpetas enteras de fotos, o de contactos en el móvil. Es muy difícil gestionar varias bases de datos dispersas físicamente.
Sin embargo, mantener UNA al día es muy sencillo.
Voy de viaje y actualizo un contrato en Word. Cuando vuelvo a la oficina actualizo esa carpeta. Nuevas fotos con el móvil. Cada poco tiempo las vuelco al ordenador. Es fácil ver las nuevas porque solo tengo que ver la fecha de la última guardada. Correos electrónicos: nunca los borro del servidor hasta que actualizo el Outlook de mi ordenador. Es fácil. Requiere cierta disciplina, pero no un esfuerzo de memoria titánico.
Hay un par de excepciones: los teléfonos los llevo en el móvil. Es mi «máster» de agenda telefónica. El motivo es evidente: no llamo por teléfono desde el ordenador. En este caso en el ordenador tengo una copia. He dicho «un par de excepciones» pero quizás sea esta la única excepción.
De esta forma, con este pequeño «artificio» de considerar mi ordenador como el archivo «original» y todos los demás como «copias», hace años que no he perdido ningún contrato, ninguna foto, ningún correo… ¿Puedes tú decir lo mismo?
Muy interesante el tema. En mi caso llevo más de 8 años sin perder un
solo archivo. Pues mi «Master» antes era un servidor de archivos que
tenía en la oficina, se trataba de una máquina Linux, por aquello de los
virus, seguridad y estabilidad. Andaba siempre con my pen-drive
actualizando con mi «Master». Ahora con la tecnología en Cloud, las
cosas han cambiado mucho y el «Master» que uso en la actualidad es
Dataprius (http://www.dataprius.com), una nube segura y además española,
estuve probando algunos discos virtuales como Dropbox o Sugarsync y los
deseché rápidamente por su escasa seguridad y conflictos de
sincronización. Creo que la mentalidad del «Master» se puede llamar
también «Centralización», es una filosofía para controlar la información
que lleva casi dos décadas funcionando. Recibe un saludo
Sin duda es una opción. Conozco Dataprius (y a sus socios que no viven muy lejos de mi oficina) y me parece una opción muy interesante.
Sin embargo, para todo mi archivo no me gusta una solución en la nube. Para ficheros pesados y muy numerosos, por ejemplo mis más de 25.000 fotografías digitales, prefiero un disco duro «físico».
Uso Dropbox en vez de Dataprius simplemente porque lo conocí y empecé a utilizar antes de conocerles, pero mi «máster» lo prefiero más tangible (a medio metro de mi pierna derecha 🙂
Gracias por el comentario.
Si piensas en la nube , como almacenamiento personal es posible que el tener la información en un disco duro en tu casa sea más útil, lo que está claro es que como medio de compartición de archivos y acceso desde cualquier lugar a la información, la nube es , con diferencia, La Opción. Por otro lado una de las cosas que te planteas cuando eliges un distribuidor de este tipo de aplicaciones es¿Qué pasa si un día no puedo acceder a mis datos??¿Dónde están? ¿Quién va a poder verlos? y pensando esto, tener un soporte en español, y máxime a dos metros de la oficina…es un alivio!!!
Comparto tu opinión. Hay muchas herramientas y cada una tiene su uso.
Un saludo.