¿Qué ves cuando mirás atrás? No solo este año. Un poco más lejos. Ya sé que es un tópico, pero de vez en cuando, sobre todo en un día como éste, merece la pena un repaso.
Hace 27 años me compré mi primer ordenador. Un Commodore 64. Para el que no lo sepa, el número indicaba la memoria: 64KB. Hace unos días compré un MacBook Air con 64GB de disco SSD. ¡Un millón de veces más!
Hoy en una comida navideña había sobre la mesa 3 iPads. Y en conjunto unos 8 ó 9 iPhone. Apple lo ha conseguido: es un objeto de deseo. Y no solo para frikis o amantes de los gadgets tecnológicos: mi padre usa Skype en el iPad para ver a sus nietos que viven en otro país. Y mis sobrinos de 5 años juegan con soltura con los dedos. ¡Pero no están tan lejos las pantallas de fósforo verde!
¿Y los periódicos? Las ediciones en papel están muertas. Es una agonía lenta, porque la inercia de las costumbres es grande. Pero es una batalla perdida. Algunos evolucionan, como El Mundo y su Orbyt. Otros dan palos de ciego y están prácticamente en quiebra.
Con los libros está pasando lo mismo. Ya no es noticia que Amazon venda muchos más eBooks que libros en papel. Y cada semana un millón de lectores Kindle. ¡Un millón! Eso es un cambio, una auténtica revolución. A pesar de los nostálgicos del libro en papel, de pasar las páginas, del olor… Es imparable.
A finales de los años 90 vi a Ramón Tamames en una entrevista en televisión (ahora quizás lo vería en YouTube, animado por un tuit con un enlace directo). El caso es que se hacía una pregunta: ¿estamos en una revolución tecnológica o es una simple evolución de la forma de trabajar? ¿Podemos comparar esta etapa histórica con la revolución industrial, con la imprenta…?
Para contestar a la pregunta hay que fijarse en dos factores: primero que el cambio se produzca en un periodo de tiempo pequeño. Unos años. Sin duda es así. El otro elemento imprescindible es que afecte de forma sustancial al modo de vida, a nuestra forma de trabajar, de relacionarnos con los demás, a nuestro ocio… Sin duda la respuesta volvía a ser sí. La «revolución de la informática» era una «auténtica» revolución. ¡Y esto lo decía hace más de 10 años! ¿Qué no podríamos decir ahora?
Vivimos EN una revolución permanente. Los cambios se suceden a un ritmo vertiginoso. Ayer IBM vendía ordenadores gigantescos a precio de oro y hoy vende «servicios». Los fabricantes triunfan y fracasan casi de un año para otro. Microsoft, el dominador de los 90, hoy es una empresa con una imagen de dinosaurios obsoletos. Nokia, el modelo de empresa europea, creativa, innovadora… hoy está en decadencia. Kodak, a punto de quebrar (salvo una de mis hermanas, no conozco a nadie que siga haciendo fotos en carrete).
Todo ha cambiado. Y sigue cambiando. Cada vez incluso más rápido.
Y la pregunta, la auténticamente importante, la que te afecta a tí es: ¿qué voy a hacer para sobrevivir a estos cambios? O, mejor aún, para «aprovecharme» de ellos.
¿Puede una empresa no tener página Web? Claro que no. ¿Y canal propio en YouTube? Cuenta en Twitter. Perfil en Facebook. Un blog. Usar cloud computing…
Más allá de ciertas modas pasajeras y de intereses comerciales, hay que «estar al día» para sobrevivir en este mundo cambiante.
La próxima vez que te pidan un documento y pierdas media hora para localizarlo en una estantería polvorienta… piensa si estás preparado para vivir esta revolución.
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