¿Es Internet la nueva «Biblioteca de Babel»?
«El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente…
A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas…
Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto».
Cuando Borges escribió este inquietante relato (publicado en 1941) obviamente no existía Internet. Cuando yo lo leí la primera vez, tampoco. Pero hace unos meses abrí un libro al azar, el tomo I de las obras completas de Borges, de 1.151 páginas, y delante de mis ojos, en la página 465 encontré de nuevo este título, «La Biblioteca de Babel». No tuve más remedio que leerlo de nuevo.
¿Has probado a cambiar la palabra «Biblioteca» por «Internet» en el fragmento que he copiado? ¿No te parecen esas interminables salas hexagonales comparables a los también casi interminables pasillos llenos de servidores de los centros de datos? ¿No son acaso esas letras en los dorsos de los libros que …«no indican o prefiguran lo que dirán las páginas» una buena definición de las direcciones URL de muchas páginas Web?
Sea cual sea tu respuesta, a mí me hace reflexionar sobre la extensión de Internet, y su contenido. Y específicamente sobre la calidad de su contenido.
Hace 30 ó 40 años se usaba con frecuencia una expresión que ahora está en desuso. Al dar algún dato se decía «esto lo he leído en alguna parte«. El hecho de que ese dato estuviera impreso, ya fuera en un libro, una revista o un periódico, le daba cierto grado de veracidad. Había pocos libros (relativamente) y muchos menos periódicos que ahora (aunque esta tendencia puede cambiar). Se suponía que el valor de una afirmación en un medio impreso era mucho mayor que un mero comentario «verbal» porque el coste material y humano de publicar un texto implicaba una cierta selección en el contenido. No sólo por parte del autor, sino del editor. Si nos vamos otras docenas de años al pasado, sin duda esto es aún más cierto.
Hoy todo ha cambiado. Cualquiera, literalmente, no en sentido despectivo, puede «publicar» cualquier cosa (de nuevo literalmente). Cada día se crean 80.000 nuevos blogs. Como éste que lees.
Somos como los infinitos monos de Émile Borel, que en 1913 ya anticipaba que serían capaces de escribir las obras de Shakespeare tecleando al azar en una máquina de escribir. ¿Es este el origen de la Biblioteca de Babel o del propio Internet?
La cuestión que me preocupa no es si soy uno de esos monos, sino de si mis posts merecen estar en la misma biblioteca que las obras de Shakespeare (obviamente la respuesta es no, aunque en alguna galería hexagonal de los sótanos quizás tengan cabida).
El problema, en definitiva, es la calidad de los textos. La calidad del contenido de esta gran base de datos. ¿Controla alguien lo que escriben (escribimos) los monos delante de nuestros teclados?
Y, peor aún, ¿quién controla que los resultados que me ofrece el omnipresente Google estén ordenados en base a la calidad de los documentos? Porque si malo es que el contenido sea de poca calidad, mucho peor es que los mejores documentos estén sepultados debajo de otros mucho menos interesantes, pero más «populares».
Es difícil, sino imposible, controlar la información que cada día se introduce en Internet. Pero sí puedes hacerlo con tu propia biblioteca, con tu base de datos documental.
Hace muchos años leí que una base de datos con un 5% de errores ya no es fiable. Piensa en las facturas de los clientes, por ejemplo. ¿Le mandarías una carta a tus deudores sabiendo que 5 de cada 100 ya han pagado? Sin duda sería una situación embarazosa, como poco. ¿Aceptarías que el banco se equivocase en 5 de cada 100 nóminas que te paga?
Creo que la NASA dedica el 90% de su presupuesto de software a pruebas, al control de calidad. Sin duda tu base de datos, sea de facturas o de documentos, no es tan valiosa como un satélite espacial, pero debes dedicar al menos un pequeño tanto por ciento al control de calidad. Si valoras lo que tienes.
Yo es que nunca me he leído un libro de 1.145 páginas y no sé hasta donde me seguirán entrando cosas en la cabeza pero también me voy a atrever a opinar.
Lo que le da valor a un texto no es ni el soporte, ni el control de calidad, ni lo antiguo o moderno que sea. El valor viene de las veces que es leído y transmite su información o su emoción.
El mejor blog del mundo se perderá como un grano de arena en una playa si no es reconocido por sus lectores como algo importante ¿O es que piensas que en el siglo XVI sólo escribión Shakespeare? ¿Cuántas gacetillas, poemas de encargo, cartas comerciales, cédulas reales y millones de documentos se escribieron que no han llegado a nuestros días ni forman parte de ninguna biblioteca?
Con Internet está pasando algo similar.
¿O es que alguien recuerda mi página de 1.998 en Arrakis sobre la Alpujarra?
Estoy totalmente de acuerdo contigo.
Pero yo había sido más modesto en mi intención. No estaba pensando en la calidad literaria sino en algo mucho más prosaico, como una factura más anotada o un documento mal clasificado. La clave es recordar una vieja frase que oí en 1984, año arriba año abajo: Una base de datos es tan buena como lo que tú introduces en ella. Si metes basura, tendrás un gran montón de basura.